Mrs. Kennedy’s Cat
I wish I had the comfort of faith.
How can my mistress have the comfort of faith?
I have contemplated that smile across her face while tears appear in her eyes.
Here I lie, as despondent as a dog, by her side. In all her sadness, which is my own, I, too, am forsaken.
I wish I had the comfort of faith.
How can my mistress have the comfort of faith?
It was in those dark days in November 1963, as the sunlight shortens in anticipation of winter, that Mrs. Kennedy remained aloof and distant. She no longer looked at me while she caressed my head and body; her hands went through the motion of a caress, but it was not as before.
It is no longer as it was before … Dallas.
Yet, she remains steadfast in her faith. She believes one day she will be reunited in Paradise. She speaks out loud about it. She tells that to her two children.
They resist and slip from her embrace.
Then she stands and walks away. She gazes out the window at times. She wanders to her desk on occasion. She looks at the piles of letters and news clippings that accumulate on her desk.
Only one stands out, which is the one she picks up, reads and reads once more, while I caress her ankles and shins with my body.
Writing in The London Evening Standard, Lady Jeanne Campbell declared: “Jacqueline Kennedy has given the American people... one thing they have always lacked: Majesty.”
These days blend into one. These nights are cold, untrustworthy.
It is in this pain, so dark, so raw, so intense that I cherish her more than I ever have. I ache at the sight of her face and it is only when I can touch her that I find the strength to soldier on to the morning light.
I would gladly trade all my lives to bring him back to her!
Yet, I am confident that there will come the day when my mistress will laugh once more. Yes, that day will come.
When it does, it will be majestic.
I am Mrs. Kennedy’s cat. And my mistress is majestic.
|
El gato de la Señora Kennedy
Me gustaría contar con el consuelo de la fe.
¿Cómo es que mi ama cuenta con el consuelo de la fe?
He contemplado la sonrisa en su rostro mientras las lágrimas aparecen en sus ojos.
Aquí estoy reposando a su lado, tan abatido como un perro. En toda su tristeza, que también es mi tristeza, yo también me siento desamparado.
Me gustaría contar con el consuelo de la fe.
¿Cómo es que mi ama cuente con el consuelo de la fe?
Fue en esos días oscuros en noviembre de 1963, cuando la luz del sol disminuye en anticipación del invierno, que la Señora Kennedy se mantuvo distante y lejana. No me miraba mientras me acariciaba la cabeza y el cuerpo; sus manos pasaban sobre mí, en un movimiento de una caricia, pero no era como antes.
Ya no era como antes de … Dallas.
Sin embargo, ella sigue firme en su fe. Un día, ella cree, se reunirán de nuevo en el Paraíso. Ella habla en voz alta sobre ello. Ella le dice esto a sus dos hijos.
Sus hijos resisten y se escapan de su abrazo.
Es entonces cuando se pone de pie y camina una al otro lado de la habitación. A veces mira por la ventana. De vez en cuando se mueve a su escritorio. Revisa le montón de cartas y recortes de prensa que se acumulan en su escritorio.
Sólo uno resalta. Es éste el que recoge, lee y lee otra vez más, mientras le acaricio sus tobillos y espinillas con mi cuerpo.
Publicado en el periódico The London Evening Standard, Lady Jeanne Campbell declaró: “Jacqueline Kennedy le ha dado al pueblo estadounidense... una cosa que siempre han carecido: majestad.”
Los días se mezclan uno con el otro. Las noches son frías, sin confianza.
Es en este dolor, tan oscuro, tan bruto, tan intenso que la conservo más que nunca. Me duele ver su rostro de su cara, y es sólo cuando puedo tocarla que encuentro la fuerza para superar la soledad y esperar la llegada de la luz de la mañana.
Con gusto daría todas mis vidas de gato para que él pudiera volver a ella.
Sin embargo, estoy seguro de que llegará el día cuando mi ama reirá una vez más. Sí, ese día llegará.
Y cuando llegue, será majestuoso.
Yo soy el gato de la Señora Kennedy. Y mi ama es majestuosa.
|